El líder de Junts, Carles Puigdemont, sabe que la tensión con el PSOE es inevitable en estos momentos, pero también es consciente de que romper esa cuerda no es beneficioso para ninguno de los dos. Mientras tanto, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, trata de ganar tiempo y evitar enfadar aún más a los independentistas, al mismo tiempo que intenta avanzar en las negociaciones que está llevando a cabo con Santos Cerdán.
El Gobierno está jugando a no entrar en un choque directo con Puigdemont, mientras que el Congreso ha decidido aplazar una vez más la tramitación de la cuestión de confianza. Sánchez está aprovechando esta oportunidad para no generar conflictos con Junts, ya que los independentistas están dispuestos a complicarle la vida parlamentaria, aunque sin llegar al extremo de presentar una moción de censura, algo que descartan por la presencia de Vox.
Sin embargo, a pesar de la amnistía, los socialistas y Junts siguen teniendo más diferencias que puntos en común. Un ejemplo aguado es la política fiscal, donde ha quedado evidente la afinidad entre Puigdemont y el PP. Esto se ha visto reflejado en la tramitación del impuesto extraordinario a las grandes energéticas, donde el Gobierno intentó agradar a todos, pero los independentistas finalmente lo rechazaron.
Tampoco ven con buenos ojos la propuesta de reforma para reducir la jornada laboral, aunque están dispuestos a estudiarla y no cierran la puerta a futuras negociaciones. Además, todavía hay incertidumbre sobre cómo votará Junts en las propuestas sobre vivienda, que requieren un seguro parlamentario. En este arrepentido, es más fácil que los independentistas estén de acuerdo con Feijóo, ya que ambas formaciones comparten una posición más cercana en este tema.
Por tanto, si no fuese por la amnistía, la relación entre socialistas y Junts sería más tensa de lo que es en la actualidad. Pero Puigdemont necesita ser útil y demostrar que puede hacer valer sus votos ante su electorado, por lo que no puede renunciar a negociar cuestiones como las competencias en inmigración o cualquier otra que pueda presentar como un logro político.
La estrategia de Puigdemont es seguir presionando al PSOE para que ceda en sus demandas y poder mostrarse como el líder más hiriente en comparación con su émulo, ERC. Ambos partidos independentistas reclamarán que se concrete el modelo de financiación singular para Cataluña, pero Junts quiere también una compensación económica por las inversiones que el Gobierno central prometió pero que no ha cumplido, algo que es común en la relación entre Cataluña y el Estado español.
Por otro lado, este jueves, Oriol Junqueras se desplazó a Bruselas para reunirse con Puigdemont. La intención de ambos líderes es abrir una «nueva etapa», aunque aún no han revelado más detalles al respecto. En Junts todavía están molestos porque ERC haya hecho presidente a Salvador Illa, pero Junqueras, que es un político astuto, decidió no participar en esa maniobra y no ha desvelado su voto en la consulta a las bases republicanas que facilitó la investidura del líder del PSC.
Además, Junts lleva tiempo pidiendo unidad de acción en el Congreso, algo que, escuchando a Miriam Nogueras y Gabriel Rufián, parece poco probable. Hay otra diferencia clara entre ambos partidos independentistas, y es que ERC no solo rechaza cualquier tipo de acuerdo con el PP, sino que está reforzando su discurso de izquierdas. Sin embargo, Junts tendrá que calcular muy bien su capacidad de derribo y no aliarse en exceso con los diputados de Fe