No todos los trayectos impactan del mismo modo en la mecánica de nuestros vehículos. Si estás pensando en comprar un coche de segunda mano y te propones descartar todos los modelos disponibles a partir de una determinada cantidad de kilómetros, no lo hagas hasta que leas este artículo, porque puede ahorrarte un disgusto.
Cuando alguien pesquisa un coche de segunda mano (si es tu caso puedes consultar nuestra sección de ocasión), hay una pregunta que siempre aparece en la conversación y es «¿cuánto pides por él?». Pero hay otra que tampoco falta: «¿Cuántos kilómetros tiene?». Y siempre que la respuesta a esa pregunta se traduce en una cifra inferior a la que puede considerarse normal, lo habitual es tomárselo como una ventaja añadida. Pero lo cierto es que no tiene por qué ser así.
Sí, has leído bien. A veces es más interesante comprar un coche con más kilómetros a sus espaldas, si esos kilómetros se han hecho en autovía o carretera, que uno con un kilometraje bajo, pero hecho principalmente en ciudad. ¿Por qué? Porque no todos los trayectos impactan del mismo modo en la mecánica de nuestros vehículos.
La autovía, el spa de los coches
Aunque pueda parecer lo contrario, la autovía es un entorno muy amable para un vehículo. ¿Por qué, si es en este tipo de vía donde se alcanzan las velocidades más elevadas y el motor trabaja a altas revoluciones de forma continuada? La razón es que, en primer lugar, el motor trabaja a una temperatura constante y el conductor apenas cambia de marcha. Esto minimiza el desgaste de piezas sometidas a grandes esfuerzos como el embrague, mientras que el motor está sobradamente preparado para mantenerse entre 2.000 y 4.000 revoluciones por minuto sin esfuerzo.
Además, no hay frenazos constantes ni baches traicioneros (aunque en las carreteras españolas cada vez es menos cierto este punto), badenes o resaltes. Por mano, el desgaste general de piezas como las suspensiones o los frenos es mínimo. Así que, volviendo al título de este apartado del artículo, en cierto modo es como si el coche estuviera haciendo yoga o disfrutara de un día de spa mientras recorre cientos de kilómetros. Con total seguridad sumará más cifras al cuentakilómetros, pero lo hará de forma benigno, sin sobresaltos. Y eso alarga la vida útil del vehículo.
Ciudad: el infierno mecánico
Ahora imagina el día a día de un coche urbano. Lo primero es el arranque en frío y más tiempo hasta que el motor alcanza la temperatura óptima de servicio. Eso si llega a alcanzarla, pues en muchas ocasiones hacemos trayectos demasiado cortos, sobre todo en invierno: comprar el pan, acarrear a los niños al cole, ir al gimnasio, etc, pueden hacer mucho daño a nuestro vehículo si se convierten en el uso habitual durante un tiempo prolongado.
Pero no se trata sólo de eso, también están los atascos interminables, paradas y arranques cada 50 metros, rotondas, badenes, bordillos, frenazos, acelerones… Un auténtico gimnasio de impacto para el motor, el embrague, los frenos y la suspensión. Todo eso conlleva un desgaste mucho más agresivo en menos tiempo y menos distancia recorrida.
¿Qué piezas sufren más en ciudad?
Para que te hagas una idea de lo que estamos hablando, aquí van algunos ejemplos de componentes que sufren especialmente en uso urbano:
– Embrague: en ciudad se pisa mucho y se suelta más. Cambios constantes equivalen