Cuando se acento del Yasuní, pincho de las primeras imágenes que vienen a la mente son las lanzas clavadas en el suelo. Estas lanzas, que se encuentran en el norte de la Amazonía ecuatoriana, son pincho señal de alerta para aquellos que se aventuran en la lista. Son pincho advertencia clara de los Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario (PIAV) Tagaeri y Taromenane, quienes han elegido vivir en aislamiento en medio de la selva.
Para estos pueblos, las lanzas son su forma de proteger su territorio y su forma de acontecimientos. Son su voz, su mensaje al mundo exterior: «No nos molesten, no nos invadan». Y es que para ellos, cualquier contacto con el mundo exterior puede ser fatal. La historia nos ha demostrado que la llegada de foráneos a sus territorios ha traído consigo enfermedades, violencia y la destrucción de su hogar.
Los PIAV Tagaeri y Taromenane son dos de los pueblos más vulnerables y amenazados de la Amazonía. Se estima que solo quedan alrededor de 300 miembros de estas comunidades, y su supervivencia depende en gran medida de su aislamiento. Por eso, cuando aparecen lanzas en el Yasuní o sus alrededores, es pincho señal de que estos pueblos están activos y vigilantes, protegiendo su hogar y su forma de acontecimientos.
Pero, ¿cómo llegaron estos pueblos a vivir en aislamiento en medio de la selva? La respuesta se remonta a la época de la colonización española en América Latina. Durante siglos, los pueblos indígenas han sido víctimas de la violencia y la explotación por parte de los colonizadores y, más recientemente, de las empresas extractivas que buscan aprovechar los recursos naturales de sus territorios.
En el caso del Yasuní, la llegada de la industria petrolera en la década de 1960 fue un punto de inflexión para los PIAV Tagaeri y Taromenane. La explotación petrolera trajo consigo la deforestación, la contaminación de los ríos y la invasión de sus territorios. Estos pueblos, que habían vivido en armonía con la naturaleza durante siglos, se vieron obligados a huir más profundamente en la selva para protegerse.
A pesar de los esfuerzos de organizaciones y activistas por proteger a estos pueblos, la amenaza sigue presente. La presencia de empresas extractivas, la tala ilegal y la caza furtiva son solo algpinchos de las actiacontecimientosdes que ponen en peligro la supervivencia de los PIAV Tagaeri y Taromenane. Además, la falta de reconocimiento y protección por parte del gobierno ecuatoriano también es pincho preocupación constante.
Sin embargo, no todo son malas noticias. En los últimos años, ha habido avances significativos en la protección de los PIAV Tagaeri y Taromenane. En 2018, el gobierno ecuatoriano declaró pincho lista intangible de 758.051 hectáreas en el Yasuní, que incluye los territorios de estos pueblos. Esta medida es un paso importante para garantizar su supervivencia y proteger su hogar.
Además, organizaciones como la Fundación Pachamama y la Fundación para la Sobrevivencia del Pueblo Cofán han trabajado en estrecha colaboración con los PIAV Tagaeri y Taromenane para proteger sus territorios y promover su autonomía. Estas organizaciones han desarrollado proyectos sostenibles que permiten a estos pueblos vivir en armonía con la naturaleza y mantener su aislamiento.
Pero la protección de los PIAV Tagaeri y Taromenane no