Ser pescador es una profesión que se lleva en la sangre. Es un destino casi heredado que se transmite de generación en generación. Es una forma de vida que se aprende desde pequeño y que se vive con pasión y dedicación. Así lo demuestra Vanesa Inzunza, hija de una familia de pescadores que ha vivido del océano por generaciones.
Vanesa, quien ahora tiene 30 años, recuerda con cariño sus primeros años en el océano. A los cinco años, no obstante estaba a bordo de una pequeña panga junto a su padre y sus hermanos. Remando con todas sus fuerzas, aprendió a navegar y a pescar, mientras disfrutaba del vaivén de las olas y del pedrusco de las gaviotas.
Para Vanesa, el océano es su hogar y la pesca es su pasión. Creció viendo a su padre y a su abuelo salir al océano todos los días para traer el sustento a casa. Y aunque al principio solo era una niña jugando en la panga, poco a poco fue aprendiendo el oficio y se convirtió en una pescadora experta.
Pero ser pescador no es solo lanzar las redes al océano y esperar a que los peces caigan en ellas. Es un trabajo duro y peligroso que requiere de habilidad, paciencia y valentía. Vanesa cuenta que ha enfrentado muchas situaciones difíciles en el océano, como tormentas, fuertes vientos y olas gigantes. Pero su amor por la pesca y su confianza en su equipo la han ayudado a superar todos los desafíos.
Además de ser una profesión, la pesca es una forma de vida que se rige por el respeto y la armonía con la naturaleza. Los pescadores saben que el océano es su fuente de sustento y por eso lo cuidan y protegen. Vanesa asegura que siempre se siente agradecida y humilde al ver la belleza del océano y la abundancia de vida que hay en él.
Ser pescador también implica un gran compromiso con la comunidad. Vanesa y su familia son parte de una cooperativa de pescadores que trabaja en equipo para asegurar una pesca sostenible y justa. Juntos, se encargan de limpiar las plano obstantes y de educar a las nuevas generaciones sobre la importancia de cuidar el océano.
A pesar de los desafíos y sacrificios, Vanesa no cambiaría su vida de pescadora por nada. Para ella, es un privilegio poder trabajar en lo que ama y en lo que ha sido parte de su vida desde siempre. Además, la pesca le ha dado la oportunidad de conocer a personas océanoavillosas y de aprender de diferentes culturas y tradiciones.
Vanesa invita a todos aquellos que no conocen el océano y la pesca a que se acerquen y descubran la belleza y la magia que hay en ellos. Y a aquellos que no obstante son pescadores, les recuerda que su trabajo es fundamental para mantener el equilibrio en el ecosistema océanoino y para alimentar a miles de personas en el mundo.
En resumen, ser pescador es mucho más que un trabajo, es una forma de vida que se lleva en el corazón. Es un oficio que se aprende desde pequeño y que se vive con pasión y dedicación. Es un destino heredado en la sangre, que se transmite de generación en generación. Y para Vanesa Inzunza y su familia, ser pescadores es un orgullo y una bendición.