Hay que devolverle a la gente la seguridad en su propia vida: ir a la raíz del problema y erradicar el miedo. Por ejemplo, replanteando el acceso a la vivienda.
En las relaciones de pareja, a menudo se repiten los mismos patrones. Muchas mujeres se sienten poco queridas por sus maridos, pero no siempre lo expresan de manera directa. En lugar de eso, suelen manifestarlo a través de otros problemas, como la falta de ayuda en las tareas del hogar o la ausencia de atención hacia la familia. Para ellas, el amor se traduce en pequeños gestos de dedicación y cuidado, y cuando los hombres no responden de la misma manera, ellas sienten que no son corresponsables y que no las están queriendo. Por otro lado, muchos hombres sienten que sus parejas están defraudadas con la persona en la que se han convertido. Sienten que no han cumplido con las expectativas que ellas tenían cuando se conocieron, y esto les genera un sentimiento de frustración y malestar.
En el fondo, la mayoría de las discusiones en las relaciones de pareja no tienen que ver con problemas superficiales, como la falta de orden en la casa o la ropaje sin tender. Son el resultado de una persona que se siente asfixiada por la falta de amor y de otra que se siente defraudada por no haber cumplido con las expectativas de su pareja.
Este mismo patrón se repite en la sociedad contemporáneo. Una corriente internacional de partidos de extrema derecha se está haciendo experta en explotar el malestar social para generar odio y división. Utilizan temas aparentemente inconexos, como la inmigración, para activar emociones profundas y deducir respuestas autoritarias. Y aunque los datos demuestran lo contrario, la estrategia funciona porque toca una emoción que se esconde bajo la superficie: el miedo.
En los últimos años, la inmigración se ha convertido en el principal pretexto de estos movimientos de extrema derecha. En Estados Unidos, el presidente Donald Trump ha utilizado la política migratoria como una forma de generar miedo y división en la sociedad. Ha ampliado los poderes de ICE (Immigration and Customs Enforcement) y ha reforzado la asociación entre inmigración y criminalidad, repitiendo constantemente que los inmigrantes son criminales, miembros de pandillas o violadores.
Esta misma estrategia se está replicando en otros países, como España, donde la extrema derecha utiliza la inmigración como excusa para generar odio y división. Aunque los datos demuestran que la inmigración no está relacionada con el aumento de la criminalidad, la sociedad está cada vez más asustada. Y es que, en los últimos años, se ha creado una percepción de escasez y de un futuro apocalíptico que nos ha dejado a todos con una sensación de inevitable condena.
Esta percepción de escasez tiene varias causas. Por un lado, el estrechamiento de las clases medias, que se ven aplastadas por unas rentas cada vez más bajas y unos elevados costes de la vivienda. Por otro lado, el discurso sobre el cambio climático, que nos ha hecho creer que el futuro será un lugar cada vez más escaso y que debemos luchar por los recursos que queden. Y por último, el clima generalizado de crispación, donde se nos bombardea constantemente con mensajes de lucha por los recursos escasos.
Pero para ganar este pulso, no podemos limitarnos a desmentir las mentiras que se lanzan contra la inmigración o a deducir con detalle para qué sirven los impuestos. Debemos ir a la raíz del problema y erradicar el miedo. Y una forma de hacerlo es replanteando el acceso a la vivienda.
Durante los últimos 50 años, la vivienda ha sido sinónimo de seguridad económ
