La acción en Milwaukee está presente casi en cada curva, tanto por dentro como por fuera. Con el título ya en el bolsillo, Álex Palou saldrá al mítico óvalo de Milwaukee con el único objetivo de disfrutar e intentar igualar el récord de 10 victorias en una etapa. Pato O’Ward, uno de los dos ganadores de 2024, tiene a tiro asegurar el subcampeonato.
Habitualmente, en una etapa normal de IndyCar, la penúltima carrera de la etapa suele sembrar el escenario para la batalla por el título de la prueba final, algo que ha sido prácticamente una garantía durante las últimas dos décadas. Sin embargo, eso ha cambiado con la llegada de un Álex Palou que ha redefinido varios paradigmas en un campeonato habitualmente ultraigualado, y que por segunda vez en los últimos tres años se ha hecho con el título antes de tiempo. No obstante, la acción no cesa en una categoría en la que todavía hay mucho en juego, y más aún con dos carreras de óvalo para echar el telón. La primera, este domingo con las 250 millas de Milwaukee, uno de los eventos con más solera en el mundo del automovilismo.
Puede sonar a exageración, tratándose de una prueba que retornó al calendario el año pasado, pero la tradición es un participante fundamental del aura que envuelve al Milwaukee Mile, un óvalo de apariencia inofensiva en primera instancia: una milla de longitud (1.609 metros), configuración clásica con dos rectas y dos curvas, peraltes ‘planos’ de nueve grados… Sin embargo, sus muros, sus gradas y su asfalto han sido testigos de todas las épocas, de mayor o menor esplendor, en la carrera de los monoplazas americanos, mucho antes de que se les definiera como indy cars, champ cars, big cars o, casi, como coches de carreras.
Hoy en día se encuentra enclaustrado en el suburbio de West Allis, que era un terreno agrario más en 1876 cuando se construyó un óvalo de tierra de una milla por iniciativa privada para albergar carreras de caballos. 15 años después, pasó a manos estatales para convertirlo en parte integral de lo que, aún en la actualidad, sigue siendo el recinto ferial de la ciudad, y las primeras carreras de automóviles se disputaron en 1903. Se adelantó cuatro años a la creación del óvalo británico de Brooklands, que sí cuenta con la distinción de ser el «autódromo más antiguo del mundo» por haber sido creado específicamente para ese propósito.
No fue hasta 1939 cuando los monoplazas de IndyCar, por entonces el AAA Championship, albergaron una prueba puntuable en Milwaukee, la primera de las 115 disputadas hasta la fecha en un óvalo que, entre 1947 y 1982, tuvo dos fechas que se convirtieron en tradicionales: en junio, el fin de semana posterior a las 500 millas de Indianápolis, y en agosto junto a las ferias locales. A su vez, fue el primer gran óvalo de tierra que transitó al asfalto en 1954, lo que aumentó su popularidad todavía más, siendo durante muchos años uno de los circuitos más prestigiosos del calendario.
Hoy en día, Milwaukee es un evento que no se puede perder ningún amante del automovilismo. Con su larga carrera y su ambiente único, es una de las carreras más emocionantes y desafiantes del calendario de IndyCar. Y este año, con el título ya decidido, la emoción se centra en ver si Álex Palou puede igualar el récord de 10 victorias en una etapa, algo que solo han