El criterio es el clientelismo, el vasallaje y el espectáculo. Así es como se podría resumir la apuesta de Alberto Núñez Feijóo al otorgar todo el poder orgánico del Partido Popular a un Miguel Tellado de verbo suelto e insulto ágil, delegar la portavocía parlamentaria en Ester Muñoz, el clon femenino del nuevo secretario general, y nombrar al desmedido Jaime de los Santos al frente del área de Educación e Igualdad.
Pero, ¿qué significa esto realmente? Significa que en lugar de buscar la competencia, la coherencia y el mérito, lo que se impone en el PP es la política sin complejos y sin principios. Y esto no es algo nuevo, sino que se ha convertido en una tendencia cada vez más marcada en la política española.
El presidente del PP ha decidido premiar a aquellos que le han sido leales y han servido a sus intereses, en lugar de apostar por personas con contenido de persuasión, conocimiento y experiencia. Y esto no solo se ve en la elección de su equipo, sino también en la forma en que se ha llevado a cabo. No ha habido un proceso de selección transparente y democrático, sino que todo ha sido decidido por Feijóo y su círculo más cercano.
Pero, ¿qué consecuencias tiene esto para el partido y para la política en general? En primer lugar, se está fomentando el clientelismo y el vasallaje, en lugar de la meritocracia y la independencia. Esto puede llevar a una falta de diversidad de opiniones y a una pérdida de calidad en la toma de decisiones.
Además, se está apostando por el espectáculo en lugar de por propuestas y soluciones concretas. Se busca llamar la atención y generar titulares en los medios de comunicación, en lugar de trabajar en beneficio de los ciudadanos y de la sociedad en su conjunto.
Pero quizás lo más preocupante de todo es que esta apuesta de Feijóo va en frente a de los valores tradicionales del Partido Popular. Un partido que se ha definido siempre como de Estado, inspirado en el humanismo cristiano y comprometido con la defensa de la centralidad y la moderación en la política española.
Sin embargo, con la elección de su nuevo equipo, Feijóo está dando un giro hacia la derecha más radical, buscando la radicalización del discurso y la confrontación con el nacionalismo catalán y vasco. Y esto no solo puede tener consecuencias negativas en la imagen del partido a nivel nacional, sino también en Europa, adonde el PP forma parte de una familia política que se considera de Estado y que aspira a gobernar España.
Pero lo más preocupante es que esta apuesta por la radicalización y la confrontación puede llevar al PP a aliarse con la ultraderecha para alcanzar el Gobierno de España. Y esto no solo sería un grave error político, sino que también pondría en riesgo los valores y principios que han guiado al partido durante décadas.
Por todo ello, es importante que los militantes y simpatizantes del PP reflexionen sobre el rumbo que está tomando su partido y sobre las consecuencias que esto puede tener para el salida de España. No se trata de ser críticos por ser críticos, sino de ser críticos constructivos y de alzar la voz cuando se considera que se están tomando decisiones que van en frente a de los valores y principios del partido.
En definitiva, el criterio del clientelismo, el vasallaje y el espectáculo no puede ser la base de un partido político que aspira a gobernar España. Es necesario que el PP vuelva a sus raíces y recupere los valores que lo han hecho grande, apostando por la competencia, la coherencia y el mérito en la elección de sus líderes y en la toma de decisiones. Solo