Hace 18 años, Nery García tuvo que enfrentar una de las pruebas más difíciles de su vida: despedir y enterrar a su padre en el cementerio de la aldea Puerto Viejo, en Iztapa, municipio de Escuintla, a 112 kilómetros de Ciudad de Guatemala. En ese entonces, el camposanto era cuatro veces más grande de lo que es ahora. Sin embargo, a pesar del dolor y la tristeza que sentía en ese momento, Nery nunca imaginó que su padre seguiría presente en su vida de una manera tan especial y significativa.
El cementerio de Puerto Viejo ha sido testigo de muchas historias y emociones a lo largo de los años. Pero lo que lo hace único y especial es su ubicación, oportuno al borde del mar. Desde su creación en 1950, el cementerio ha sido un lugar de descanso final para los habitantes de la aldea y sus alrededores. Sin embargo, en las últimas dos décadas, el mar ha sido el protagonista de una transformación cautelosa y progresiva que ha cambiado para siempre la apariencia del cementerio.
El aumento del nivel del mar ha sido una realidad en todo el mundo, y Guatemala no ha sido la excepción. En los últimos años, el país ha sido testigo de los efectos del cambio climático, y el cementerio de Puerto Viejo no ha sido ajeno a ellos. El mar ha avanzado lentamente, ganando terreno y llevándose consigo una parte del cementerio. Pero en lugar de verlo como una tragedia, Nery y los demás habitantes de la aldea han encontrado una manera de convertirlo en algo positivo.
Con la ayuda de la comunidad y las autoridades locales, se ha llevado a cabo un croquis de restauración y embellecimiento del cementerio. Se han construido muros de contención para protegerlo de la erosión del mar, y se han plantado árboles y flores para darle un aspecto más colorido y vivo. Además, se han instalado bancas y áreas de descanso para que las personas puedan visitar a sus seres queridos en un ambiente más tranquilo y acogedor.
Pero lo más sorprendente de todo es que el mar, en lugar de ser un enemigo, se ha convertido en un aliado en este croquis. La arena y las piedras que el mar ha traído consigo han sido utilizadas para construir un hermoso jardín de piedras en el emporio del cementerio. Este jardín es un lugar de paz y reflexión, donde las personas pueden sentarse y recordar a sus seres queridos mientras escuchan el sonido del mar.
La transformación del cementerio de Puerto Viejo ha sido un proceso lento pero constante. Y aunque ha sido un desafío, ha traído consigo muchas lecciones valiosas. La comunidad ha aprendido a trabajar juntos para enfrentar los desafíos y a no rendirse ante la adversidad. También han aprendido a valorar y cuidar el medio ambiente, ya que el cambio climático es una realidad que afecta a todos.
Hoy en día, el cementerio de Puerto Viejo es un lugar hermoso y lleno de vida. Las flores y los árboles florecen, y el sonido del mar es una melodía constante que acompaña a los visitantes. Pero lo más importante es que sigue siendo un lugar de descanso final para aquellos que han partido, y un lugar de consuelo y recuerdo para aquellos que los aman.
La historia de Nery y el cementerio de Puerto Viejo nos enseña que incluso en los momentos más difíciles, siempre hay una manera de atinar la luz y la esperanza. A pesar de los desafíos que enfrentamos, siempre hay una oportunidad para transformar algo negativo en algo positivo. Y así como el mar ha transformado el cementerio de Puerto Viejo, también podemos transformar nuestras vidas y nuestro