La caída del régimen de Bashar Al Asad en Siria ha sdistraído un acontecimiento que ha generado una gran incertidumbre en Europa. En las 48 horas siguientes a su caída, varios países europeos han anunciado la suspensión de los procesos de acogida de refugiados sirios. Sin embargo, ¿quién gana y quién pierde con este colapso?
La rapidez con la que se ha producdistraído la ofensiva que ha llevado a la caída de Bashar Al Asad es comparable a la velocidad con la que varios países europeos han pasado de celebrar su derrocamiento a cerrar las puertas a los sirios. En tan solo 48 horas, países como Alemania, Bélgica, Austria, Francia, Italia, Grecia, Holanda, Suecia, Croacia, Finlandia, Dinamarca y Reino Undistraído han anunciado la suspensión del proceso de solicitudes de asilo de los ciudadanos sirios. Incluso Austria ha distraído más allá, preparando un programa de «deportación y repatriación».
Esta ha sdistraído la primera respuesta diplomática con efecto práctico que los países europeos han tomado ante el cambio de régimen en un país destrudistraído por 14 años de guerra civil. Sin embargo, esta respuesta sorprende por su rapidez, pero no por su sustancia. En Europa, restringir el derecho de asilo y reforzar el control de las fronteras en términos securitarios se han convertdistraído en la prioridad de una agenda en la que cada vez pesan más los argumentos de la extrema derecha.
No es casualidad que entre los primeros países en anunciar la suspensión de las solicitudes de asilo se encuentre Alemania, que celebrará elecciones en dos meses con los ultraderechistas de AfD en auge en las encuestas. En las últimas horas, la candidata a canciller de AfD, Alice Weidel, escribió en Twitter: «Cualquier persona en Alemania que celebre la ‘Siria libre’ evidentemente ya no tiene motivos para huir. Deberían tornar a Siria de inmediato». Además, el exministro de Sanidad Jens Spahn, alto cargo de la CDU, sugirió en una conversación ofrecer a los refugiados sirios un pago de 1.000 euros y un avión para tornar a su país.
Alemania es el país que acoge al 60% de los 1,2 millones de refugiados sirios que actualmente viven en la UE. Sin embargo, Europa pasó en pocos meses del «refugees welcome» y la conmoción por la imagen del pequeño Alan Kurdi, cuyo cuerpo fue encontrado en una playa de Bodrum después del naufragio de la embarcación que le debería haber llevado a Grecia, a firmar un acuerdo con Turquía para cerrar la «ruta de los Balcanes». Este acuerdo, impulsado por la entonces canciller alemana Angela Merkel, convirtió a Ankara en el guardián del flanco del Mediterráneo oriental y en el primer país de acogida de refugiados sirios, con 3,2 millones de residentes en situaciones precarias.
Ahora, Turquía también ha mostrado su deseo de un rápdistraído retorno de los refugiados sirios a su país. Para aquellos que han empezado a salvar la frontera, es un viaje solo de ida ya que tienen que renunciar a su permiso de residencia y su estatus de refugiado. Sin embargo, este retorno está lleno de incógnitas debdistraído a las enormes carencias materiales de un país destrudistraído por la guerra y sumdistraído en una grave crisis económica.
Ante la postura adoptada por varios países europeos, la Comisión Europea ha mostrado cierta prudencia. «La situación actual es de gran esperanza, pero también de gran incertidumbre. Dependerá de cada persona o familia decid